Estimado equipo Medialab:
Les escribe Pablo López Chaves, guía oficial de turismo habilitado por la Junta de Andalucía, miembro de la Asociación de Guías e Intérpretes del Patrimonio (AGIP) y doctor en Historia por la Universidad de Granada.
Desde la perspectiva vocacional y la experiencia laboral que me brinda la actividad a la que me dedico, me veo impulsado en primer lugar a agradecerles una iniciativa como este V foro, que he tenido la oportunidad de seguir en sus distintas fases. Considero que tanto la aproximación interseccional como la dinámica de participación abren un espacio de reflexión y propuesta de medidas que espero sean verdaderamente tomadas en cuenta por las actores sociales, empresariales y políticos que habitan, explotan turísticamente y regulan nuestros barrios.
Movido precisamente por el interés en que esta iniciativa tenga impacto, me veo en la necesidad de expresarles mi perplejidad al constatar que el borrador de buenas prácticas no incluya referencia alguna al requisito angular que vertebra el documento legal más importante que ha servido de base a este foro. Me refiero al Decreto 8/2015 que regula la profesión de Guía Turístico en Andalucía y que nada menos que en su artículo 3 ya hace referencia a la necesidad de contar con una habilitación oficial para ejercer dicha actividad, cuyos requisitos y cauces de obtención se detallan a lo largo de dicho texto y cuyo distintivo en forma de tarjeta es obligatorio por norma exhibir en el transcurso de los tours.
Me consta que en los grupos de trabajo presenciales del foro esta cuestión se ha presentado y discutido intensamente y me extraña enormemente comprobar que no se haga mención alguna en el borrador de la guía, máxime cuando el Decreto sí que se cita en otras cuestiones.
Considero además que ésta no es una cuestión secundaria, dado que la exigencia de esta habilitación actúa como garantía primera y básica de un servicio de calidad, un interés por estabilizarse y hacer sostenible la actividad de guía turístico y una cierta responsabilidad compartida hacia el patrimonio y las gentes que habitan nuestros barrios. Por desgracia, basta pasearse por cualquiera de los enclaves más visitados de éstos para constatar que esta actividad es ejercida a menudo por personas que, bien bajo el paraguas de una supuesta “interpretación del patrimonio” bien sin conocimiento o preocupación por los requisitos legales, ejercen a diario una competencia injusta contra los guías oficialmente habilitados, cuyos trabajo hace años que se ha visto seriamente mermado en cantidad y calidad por estas prácticas.
Sin ánimo de condenar ni menospreciar el trabajo de personas concretas, valorable en determinadas ocasiones, considero además que la tolerancia hacia esta situación legitima el que se generalice un modelo basado en condiciones de precariedad y sobreexplotación que desde luego no contribuyen a que el desarrollo de la actividad turística en nuestra ciudad sea sostenible ni, en muchos casos, proclive a la formación continuada o la estabilización que aseguren la prestación de un servicio de calidad o la adquisición de la experiencia y recursos necesarios para asegurar que los grupos de turistas y los vecinos puedan coexistir armónicamente.
Creo que los puntos ya recogidos en la guía son enormemente pertinentes, pero me parece que no incluir esta clave, insisto ya debatida y expuesta en los encuentros presenciales, supondría un silencio intencionado y clamoroso sobre la primera y más fundamental “buena práctica” que debería regir nuestra profesión, máxime si una de sus finalidades es servir de herramienta para el Ayuntamiento.
En suma, propongo que incluyamos el requisito de una habilitación oficial como primera condición de calidad, respeto y sostenibilidad. Y todo lo demás vendrá (con trabajo y compromiso) por añadidura.
Agradeciendo su atención, reciban un saludo cordial y nos vemos el día 13 de diciembre